Ya puede dejar de verlo en películas, cazar con aves rapaces no tiene por qué ser un deporte exclusivo de tierras exóticas.
Desarrollada abundantemente durante la Edad Media, la cetrería, se convirtió en el deporte arte.
La cetrería se transforma en una asociación en la que el hombre y el animal se corresponden para respaldarse solidariamente, siendo que no resulta forzoso en modo alguno, someter al animal al yugo o al látigo, capturando y ligando al ave de presa al propio ser humano por medio de reflejos condicionados, adiestrándole en la caza y lealtad. Esto dispone al ave de caza para que aprese otro tipo de capturas tales como cuadrúpedos pequeños.
Este deporte ha sido ligado a la aristocracia y a los monarcas, siendo declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en noviembre del año 2010 ya que es uno de los métodos de caza tradicionales más viejos, selectivo con las presas cinegéticas, no contamina y respeta al medio ambiente.
La cetrería, el deporte arte
La cetrería, el deporte arteLos “halconeros” o “cetreros” pasan por tanto a formar parte de un deporte de élite en el que además de cuidar de su rapaz criada en cautiverio, no presume ningún riesgo para las aves salvajes.
Parte del entrenamiento consta de llevar a la nueva rapaz al ger (tienda) para conservarla durante el mes que toma su acomodo al tacto, sonidos y movimientos que hacemos los seres humanos. Dos o tres semanas después se le llevará sobre el puño para enseñarle a conservar el equilibrio a galope y no debatirse en el guante.
Algunas de alto o bajo vuelo, las aves de caza permiten que las presas obtenidas sean de características plenamente opuestas, después de acostumbrarse al contacto humano y controlarle el peso, empiezan a hacerse menos agresivas y en un par de semanas se encuentran listas para llevarlas al campo. Cuando ya existe respuesta absoluta a la carnada, puede volar suelta y responder a los silbidos o llamados de su cetrero, ahí es precisamente cuando comienza la aventura.